lunes, junio 18, 2012

"Los malos gobiernos convierten a la Argentina en un Estado sombra"

"Los malos gobiernos convierten a la Argentina en un Estado sombra" Por Hernán Iglesias Illa | Para LA NACION fuente: http://www.lanacion.com.ar/1482713-los-malos-gobiernos-convierten-a-la-argentina-en-un-estado-sombra ------------------------------------------------------------------ NUEVA YORK, Ian Bremmer está preocupado porque nadie en el mundo tiene ya demasiado poder. Al viejo G-7 ya no se le puede pedir nada: Europa está demasiado preocupada por los problemas del euro, a Estados Unidos todavía le tiemblan las rodillas después del sacudón de la crisis financiera y Japón sigue cambiando de primer ministro cada año y medio. Menos se le puede pedir al nuevo G-20, cuya cumbre anual empieza mañana en Los Cabos (México): ni China ni la India ni Brasil ni Turquía (ni la Argentina), dice Bremmer, están preparados para sacar al mundo de este pantano geopolítico en el que aparentemente estamos hundidos. ¿Qué hacer? Esa es la pregunta más difícil. "Lo que sí sé es que las cumbres no funcionan", responde Bremmer, fundador y presidente del Eurasia Group, la principal consultora de riesgo político del mundo. Habitué del Foro Económico Mundial en Davos y considerado uno de los principales pensadores sobre geopolítica global (escribe una muy leída columna mensual con el rock star de la economía Nouriel Roubini), Bremmer publicó el mes pasado Every Nation for Itself: Winners and Losers in a G-Zero World (Cada país hace la suya: ganadores y perdedores en un mundo G-Cero), donde señala, precisamente, que el mundo ha entrado en una peligrosa fase de transición en la que "todos están esperando que sea otro el bombero que apague los incendios". El libro, reseñado en los principales medios de Estados Unidos, ha contribuido a alimentar la incomodidad y la ansiedad que genera, en algunos sectores, el relativo declive de su hegemonía. En el entorno descripto por Bremmer, cada país debe hacer lo que más le conviene. Quienes logren tener relaciones fructíferas con varios países serán "pivotes", según la clasificación del libro. Quienes no lo logren serán "Estados sombra", tapados por la luz de otros. La Argentina tiene cualidades estructurales de convertirse en un país pivote. Pero para lograrlo, dice Bremmer, va a tener que conseguirse mejores gobiernos. ¿Por qué tiene una visión tan negativa del G-20? En la Argentina, quizá porque el país lo integra, se tiene en general una imagen positiva. -Bueno, funciona mejor para la Argentina que para otros países. Ahora ustedes son parte de algo, y antes no eran parte de nada. Entonces suma. En ese sentido, mirás a Brasil o China y están sentados a una mesa donde pueden ser escuchados, una mesa que pueden presidir. Pero no pasa nada. Hay cuatro problemas fundamentales con el G-20. El primero es que son demasiados países. Cuando se reúnen, lo mejor que pueden hacer es una declaración, pero todo está precocido y sujeto a fórmulas. El segundo problema, mucho más importante, es que los países del G-20 son muy diferentes entre sí, no están de acuerdo en casi nada. Tercer problema, Estados Unidos tiene pocas ganas de hacer cosas. Cada vez menos estadounidenses quieren que su país sea el policía global, el prestamista de última instancia, el conductor de la globalización. No sólo porque creen que esto tiene pocos beneficios para Estados Unidos; creen, además, que los otros países tampoco se benefician mucho. Con la economía como está, cada vez más gente en EE.UU. se pregunta por qué arreglar Afganistán si no podemos arreglar Nueva Orleáns. Y el cuarto problema es que Europa y Japón, los aliados tradicionales de EE.UU., están distraídos con sus propios problemas. La prioridad de Europa es resolver los problemas de la eurozona. Japón ha tenido 17 primeros ministros en 22 años. Y cuando se mira a Rusia y China y Brasil y Turquía y la Argentina, se ve que son países cuyas instituciones no tienen todavía la experiencia global necesaria. Una sola de estas razones ya sería problemática. La existencia simultánea de las cuatro significa que, en los hechos, el G-20 como organización no existe. - ¿Cómo cree que está reaccionando Estados Unidos al fin de su hegemonía, lo que Fareed Zakaria llamó "el ascenso de los demás"? -La implicación de Zakaria es que, tras el ascenso de estos países, necesitamos trabajar todos juntos. Pero yo creo que no se trata del "ascenso de los demás". Es "el ascenso de los distintos", el ascenso de los otros, el ascenso de los países que no están de acuerdo con nosotros. No son países malos, pero para colaborar uno necesita un mínimo nivel de acuerdo. Estados Unidos ya vivió un "ascenso de los demás", con Europa y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Esos eran países que ayudamos en parte porque eran parecidos, pensaban como nosotros, y se convirtieron en democracias industrializadas. Muchos de los "demás" de Zakaria, en cambio, son todavía países pobres. Nosotros somos políticamente estables, los "demás" son más volátiles. Nosotros somos democracias de mercado; muchas de las democracias emergentes tienen modelos híbridos. Especialmente la más importante de ellas, China, que tiene un modelo autoritario y de capitalismo de Estado. Estamos de acuerdo en muy poquitas cosas. - ¿Por qué es mala para el mundo esta situación de G-Cero? -G-Cero significa que hay menos respuestas efectivas a desafíos globales. A mucha gente le molesta la presencia de Estados Unidos en Afganistán, pero la alternativa, que no haya nadie, es peor. China no quiere hacerse cargo. Hace poco estuve con unos funcionarios chinos y les dije: "Los ingleses lo hicieron, los soviéticos lo hicieron, los norteamericanos lo hicieron. Ahora es el turno de ustedes en Afganistán". Y los tipos se rieron: "No, no, nosotros no vamos a hacerlo". Si las opciones son Estados Unidos, haciéndolo imperfectamente, o nadie, entonces nadie es la peor opción. Ese es el peligro del G-Cero. - ¿Cuándo empezó esta transición? -En 2008, con la crisis financiera global. El "ascenso de los distintos" empezó antes, probablemente con la llegada de Deng Xiaoping en 1976, y fue corriendo el centro de gravedad del poder cada vez más lejos de EE.UU. hasta que llegó un shock lo suficientemente grande. Había habido otros shocks, como el ataque a las Torres Gemelas, las crisis de Rusia, México y la Argentina, la caída del Muro de Berlín, pero ninguno con la potencia de la crisis financiera. - ¿Y cuánto cree que durará? -Por lo menos otros cinco años. Y unos 20 años en total. Y digo esto porque recién ahora nos estamos dando cuenta de que no hay liderazgo global. Pero si no encaramos estos problemas, si seguimos pateando la pelota para adelante, entonces va a seguir habiendo crisis. En un momento habrá una crisis lo suficientemente grande para que EE.UU. regrese y diga: "Tenemos que hacer esto". Como en la Segunda Guerra Mundial, cuando llegó un momento en el que EE.UU. ya no pudo negarse a participar. Por eso el G-Cero no puede durar para siempre, porque es un crisol de caos. - Si la crisis del euro hubiera ocurrido hace 20 años, ¿Estados Unidos habría ofrecido más ayuda? -Sin duda. Pero ahora no hay nadie en EE.UU. preparado para firmar un cheque. Europa es un caso obvio de G-Cero. Siria también. - ¿Cómo habría sido la crisis de Siria en, digamos, 1993? -A estas alturas, Al-Assad ya habría sido removido por una coalición extranjera. - ¿Cómo cree que va a terminar la crisis en Europa? -Creo que ni Europa ni el euro van a colapsar. Al final, los alemanes van a dar más flexibilidad, el Banco Central Europeo aceptará más inflación, se aprobarán medidas de unión fiscal. Eventualmente veremos que, al revés de la crisis de EE.UU. -que fue una crisis desperdiciada, porque no se hizo casi ninguna reforma-, los europeos van a aprovechar su crisis para crearse un gobierno mejor, con más centralización y menos soberanía fiscal por parte de los países, mejor imperio de la ley. En definitiva, una Europa más fuerte. Ahora, esto no quiere decir que sus economías vayan a crecer rápido por un tiempo. - ¿Este pronóstico incluye a Grecia? -Grecia tal vez se vaya del euro. Creo que no lo va a hacer, pero tal vez sí. Los países importantes se van a mantener juntos. - ¿Cree que el G-Cero coincide con un giro ideológico, más lejos del Consenso de Washington y más cerca de visiones heterodoxas? -Eso es lo que dicen los argentinos, ¿no? A mí me gusta decir, con respecto al tema del capitalismo de Estado, "mejor tarde que nunca". Y los argentinos llegaron tarde a la fiesta del capitalismo de Estado, ¡pero llegaron con ganas! El problema con el capitalismo de Estado, por supuesto, es que no es una ideología. Y es ineficiente. Funciona cuando tenés algo barato que podés agarrar fácil. En la Argentina había tierra barata, hasta que se quedaron sin, y se convirtió en un problema. En Venezuela es el petróleo barato, hasta que se le acabe y sea un problema. En China es mano de obra barata, que todavía no se está acabando, pero en algún momento se va a terminar, y ahí van a tener un problema. Y ahí van a tener que alejarse del capitalismo de Estado, o la economía colapsará. Ahora: EE.UU. tampoco ha sido un gran ejemplo de economía de mercado. Desafortunadamente, ha permitido a distintos sectores y corporaciones capturar el proceso regulatorio. Quiero decir: no es bueno que el Estado capture las corporaciones, porque es ineficiente; pero tampoco es bueno que las corporaciones capturen al Estado, porque las corporaciones no quieren competencia, quieren monopolios y subsidios. - ¿Cree que la Argentina corre el riesgo de, usando los términos de su libro, convertirse en un "Estado sombra" de Brasil? -Un poco. Pero creo que los argentinos también tienen otras opciones. Tienen, para empezar, recursos. Deberían poder jugar el rol de una mini-Australia o un mini Canadá en su región. Eso sería atractivo para otros países. Además, la Argentina tiene una economía bastante diversificada. Un tercio de sus exportaciones son industriales y otro tercio son agropecuarias, ¿no? Esa es una buena base sobre la cual "pivotear" un rol internacional. El problema es que el sistema bancario es un desastre, la situación fiscal es horrible, el marco regulatorio es malo y está empeorando. Es muy difícil "pivotear" si nadie quiere invertir en tu país, y eso limita el radio de acción de los argentinos. - ¿Qué tan optimista es sobre el futuro de la Argentina? -En el largo plazo, creo que es posible imaginar este escenario, con la Argentina más cerca de China en términos económicos, pero desequilibrándolos [a los chinos] con alianzas estratégicas y de seguridad con Brasil y EE.UU. Eso tendría sentido. Pero no con este gobierno. Este gobierno no tiene la habilidad para lograr algo así con EE.UU. Por eso tienen esta mirada tan hacia adentro, buscando peleas con todo el mundo, con España, con Gran Bretaña, con EE.UU. Vivimos en un momento en el que uno necesita opciones, y la economía de la Argentina dice que el país puede tener opciones. El problema es que los malos gobiernos convierten a la Argentina en un "Estado sombra". Esto puede pasar por tres razones: estratégicas, económicas o políticas. La Argentina se convierte a sí misma en un Estado sombra por razones políticas. - Para otros de los escenarios del libro, como las posibles crisis alimentarias o una guerra por el agua, la Argentina sí parece bien preparada. -Absolutamente. Sin duda. Económicamente, la Argentina está estructurada para ser un ganador en este entorno sin liderazgo que yo llamo el G-Cero. Pero puede perder estos beneficios por culpa de su conducta política. - ¿Qué le gustaría que pase en los próximos años? ¿Cuál es el mejor escenario de organización internacional? -El mejor escenario sería que EE.UU. reconociera que no puede mantener su liderazgo global. Y que, en cambio, forme coaliciones con quienes piensan parecido y tengan ganas de asociarse. Pero no para hacer guerras, sino para otras cosas, como el clima o el comercio internacional. Hacer acuerdos de comercio que no sean globales ni bilaterales, sino plurilaterales. Y en reemplazo de la Ronda de Doha, que está terminada. Pero no globales, porque tienen que ser entre países que piensen parecido. Lo mismo en asuntos monetarios. Los europeos, que tienen más experiencia y son mejores, pueden ocuparse del clima. Eso es lo que vamos a necesitar: un ramillete de organizaciones sub globales, lideradas por países desarrollados, que tengan poder para hacer cosas. Porque, ¿cuántas cumbres vamos a tener antes de darnos cuenta de que no funcionan? En algún momento vamos a tener que abandonar las cumbres y ponernos a hacer algo. - ¿Cuántas de estas organizaciones incluirían a China? -Pocas. China es peligrosa. Queremos que a China le vaya bien, necesitamos que a China le vaya bien. Pero tenemos que admitir que, en los próximos cinco años, China va a estar concentrada en su propia transformación. Tiene que transformar su economía y su sistema político para poder saltar de esta valla de la mano de obra barata y convertirse en una economía desarrollada. Si consigue esto, entonces habrá una clase media más amplia en China que apoyará la propiedad intelectual y el cuidado del medio ambiente. Ahí podremos acercar a China a nuestro lado. Pero no ahora. No es razonable esperar hoy un compromiso semejante de parte de los chinos. - ¿Cree que dentro de 100 años la humanidad será más próspera y democrática que ahora? -Ya no hacemos más escenarios a cien años de distancia. ¿Cuántos países va a haber dentro de 100 años? Podrían ser mil. ¿Cómo va a ser el entorno energético? ¿Cómo vamos a ser los humanos, con chips implantados debajo de la piel? No sé. Lo que sí puedo decir es que, en el corto plazo, la tendencia no es hacia más democracia. Sí hay una tendencia a oír más voces de parte de la gente. Podremos escuchar las voces de más grupos locales de todo el mundo. Pero esos grupos serán desordenados y desorganizados. Quiero decir: los primeros 500 millones de personas que se conectaron a Internet vivían en países ricos o pertenecían a elites de países no ricos. No era sorprendente, por tanto, que les gustara la democracia liberal. ¿Quiere decir eso que Internet facilita la democracia liberal? No, Internet facilita lo que ya hay. Ahora, los siguientes 500 millones de personas que se conectaron a Internet fueron más diversos, algunos muy nacionalistas y sectarios y enojados con Occidente. Tenemos ahora elecciones en Egipto y en Gaza. ¿Tuvieron estas elecciones resultados liberales? No, porque las condiciones subyacentes y los sistemas de creencias de estos pueblos no admiten una interpretación liberal occidental. Lo que no los transforma, por supuesto, en malvados o equivocados. Son distintos, están en etapas distintas. Cuando los estadounidenses eran pobres, tenían opiniones distintas sobre la democracia o el medio ambiente. Estados Unidos es ahora lo suficientemente rico como para empezar a hablar de estas cosas. Enfocarse menos en la noción estrecha de crecimiento y más en la noción amplia de prosperidad. - No suena muy optimista. -Soy una persona fundamentalmente optimista. Pero estamos en una etapa que es geopolítica y económicamente más difícil que casi ninguna otra. Y mucha gente va a sufrir. Los norteamericanos vamos a sufrir menos que la mayoría, y eso provocará, probablemente, que no hagamos las cosas que tenemos que hacer, lo que es una lástima. MANO A MANO Bremmer es bajo y flaquito y habla rápido, en párrafos completos y coherentes, aunque abusa por momentos de su propia jerga. En general es bastante convincente, pero ése es precisamente su trabajo: hablar de política y conseguir que le paguen por hacer algo que millones hacemos gratis todos los días. Recibió a La Nacion esta semana, en el primer día después de la mudanza de sus oficinas a un piso 15 sobre la Quinta Avenida de Manhattan. En los pasillos había decenas de baúles de plástico amarillo recién vaciados y pilas de papeles y sillas y monitores esperando su lugar. A pesar de todo, la mayoría de sus analistas ya estaban trabajando: las pantallas de sus computadoras mostraban páginas web en árabe, en ruso y en castellano. El negocio de Eurasia es mostrar cómo influye la política en la economía de los países, especialmente en los llamados "mercados emergentes". Sus clientes son empresas multinacionales con operaciones globales, fondos de inversión con tentáculos planetarios o, también, gobiernos, como los de Canadá y Singapur. El analista para la Argentina de Eurasia es el politólogo porteño Daniel Kerner..

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