miércoles, junio 11, 2014

Condenados antes de empezar. Clarin Bs As

Foto de archivo. Sobredosis parece, y es, una palabra enorme. Vinculada a personas mayores, adultos, gente que cae casi por voluntad propia en un infierno de drogas y alcohol del que no pueden salir. Pero eso era antes: ahora, en esta Argentina donde al Gobierno le preocupa más medir el rating que los niveles de pobreza o de salud pública, cada vez son más los chicos y adolescentes que llegan a los hospitales porteños víctimas de una realidad donde futuro es una palabra que no pueden usar. Las cifras que hoy revela Clarín asustan: sólo al Hospital Fernández ingresan cinco jóvenes por día debatiéndose entre la vida y la muerte por efectos de un cocktail mortal de estupefacientes, alcohol y desesperanza. (ver pág. 3) Sin embargo, hay un número que es todavía peor: si a mediados de los 90 las sobredosis se daban entre los 31 y los 35 años, hoy la mayoría tiene entre 16 y 20 años. Y hasta hay registros de chicos de primaria que llegan alcoholizados o drogados a las guardias. Drogas más potentes y chicos más chicos terminan conformando esta realidad a la que nadie quiere asomarse y que tiene un solo resultado: una generación que parece condenada aun antes de empezar. A la hora de buscar explicaciones, hay muchas. Un Estado ausente, padres despreocupados, acceso más fácil al alcohol y las drogas son parte del problema, sin dudas, pero hay uno que resulta imposible de soslayar: centenares de miles de jóvenes en la Argentina no estudian ni trabajan. Son los tristemente célebres Ni-Ni, aquellos que Daniel Filmus, candidato del kirchnerismo, celebraba como una buena noticia. Ya en 2010 la Iglesia, por entonces vista como “enemiga” por el oficialismo, alertaba sobre el tema, revelando que eran 900.000 los jóvenes que sufrían con este problema. El Gobierno, rápido para ocultar los datos negativos, lo desmintió a través del ministro Sileoni, mientras funcionarios y legisladores acusaban a las políticas de los 90, negando cualquier responsabilidad pese a llevar 10 años en el gobierno. Algunas cifras pueden ocultarse, pero no todas: la propia Encuesta Permanente de Hogares medía en 2012 que eran 650.000 los chicos sin trabajo o educación. O aún peor: que ya se habían cansado de entrar y salir del sistema y que se habían rendido, bajando los brazos y dejando de estudiar o buscar trabajo. Consultoras privadas, como Poliarquía, son contundentes: en la “década ganada”, los Ni-Ni pasaron de ser el 8 al 10% de los jóvenes de 15 a 24 años. Y según la Encuesta de la Deuda Social de la UCA, el panorama es más grave: no estudia ni trabaja el 30% de los jóvenes de los sectores de menores ingresos. Pero en los hospitales los números son lo que menos importa. Allí, víctimas de un cuadro de desesperanza e infierno, chicos que todavía no aprendieron a vivir se mueren de enfermedades de grandes. FUENTE: http://www.clarin.com/opinion/Condenados-empezar_0_1154884514.html

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