-¿Usted cree que, viendo el desarrollo que ha tenido el conflicto y viendo al punto al que llegó, habría que dar una chance para que el Gobierno diga: “muere el plan de retenciones móviles”?
López Murphy: yo diría que lo más barato y más beneficioso para el Gobierno además de por supuesto para la sociedad, es decir exactamente eso. Si lo hubiera dicho en cuanto se fue Lousteau, nos hubiera ido bárbaro.
-Qué sería lo caro?
López Murphy: lo caro es proseguir con el conflicto. Eso ha generado un deterioro agudo de la situación: una pérdida de horizontes, parálisis en las ventas, parálisis en la toma de decisiones, una enorme salida de capitales. Le voy a dar un número: desde agosto del año pasado a esta fecha, estamos en una salida de 20.000 millones dólares. La situación es delicada, estamos perdiendo oportunidades y eso significa menos empleo, menos inversión, menores salarios, menos progreso social, menos recursos para llevar adelante una política social igualadora, cohesionadora. Ningún país hace lo que estamos haciendo, de expulsar nuestros recursos y paralizarse en un conflicto que no lo lleva a ningún lado. Porque no es el único problema. Fíjese que, superado el conflicto con el agro, tenemos un gran problema energético. La crisis energética, negada hasta el hartazgo por el Gobierno, es patente para cualquier persona que observe los hechos con cierta objetividad. Aquí, cada vez que cambiamos de estación y cambia la temperatura, tenemos enseguida cortes de gas o de electricidad. Tenemos una dramática situación en esa área, un nivel muy alto de vulnerabilidad. En la misma línea, tenemos un problema inflacionario extraordinario. La política para combatirla ha sido, desde el Gobierno, maquillar los índices y desvirtuar la credibilidad pública. Es una tontería que ha generado un gran descrédito. Y por último, la crisis institucional. Cuando la Iglesia pide que la protesta no llegue a los cortes de calles y rutas, creo que es lo más sensato. Pero requiere que recuperemos la institucionalidad. Por ejemplo, que los ministros no puedan subir brutalmente los impuestos, como no podían hacerlo un monarca absolutista como Luis XVI. Este último debió convocar a los Estados Generales para poder subir los impuestos al agro. Recordemos que esa convocatoria dio lugar a la Revolución Francesa. Mire donde estamos nosotros hoy: se aumentaron brutalmente los impuestos por medio de una resolución ministerial. El episodio francés es relevante para verlo desde hoy, porque cuando se produce esa conmoción interna, la Reina María Antonieta, cuando le dicen que el pueblo estaba pidiendo pan y no había, responde: "denle tortas". Fue una respuesta de un gran irrealismo. Creo que en lo que vivimos desde el 11 de Marzo hubo lo mismo: irrealismo por parte del Gobierno para comprender la gravedad de lo que se estaba gestando. Y en ese sentido, creo que hay que buscar una solución institucional. Es imprescindible volver al 10 de marzo.
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"Al campo se lo sometió a humillaciones"
-¿Usted cree que, viendo el desarrollo que ha tenido el conflicto y viendo al punto al que llegó, habría que dar una chance para que el Gobierno diga: “muere el plan de retenciones móviles”?
López Murphy: yo diría que lo más barato y más beneficioso para el Gobierno además de por supuesto para la sociedad, es decir exactamente eso. Si lo hubiera dicho en cuanto se fue Lousteau, nos hubiera ido bárbaro.
-Qué sería lo caro?
López Murphy: lo caro es proseguir con el conflicto. Eso ha generado un deterioro agudo de la situación: una pérdida de horizontes, parálisis en las ventas, parálisis en la toma de decisiones, una enorme salida de capitales. Le voy a dar un número: desde agosto del año pasado a esta fecha, estamos en una salida de 20.000 millones dólares. La situación es delicada, estamos perdiendo oportunidades y eso significa menos empleo, menos inversión, menores salarios, menos progreso social, menos recursos para llevar adelante una política social igualadora, cohesionadora. Ningún país hace lo que estamos haciendo, de expulsar nuestros recursos y paralizarse en un conflicto que no lo lleva a ningún lado. Porque no es el único problema. Fíjese que, superado el conflicto con el agro, tenemos un gran problema energético. La crisis energética, negada hasta el hartazgo por el Gobierno, es patente para cualquier persona que observe los hechos con cierta objetividad. Aquí, cada vez que cambiamos de estación y cambia la temperatura, tenemos enseguida cortes de gas o de electricidad. Tenemos una dramática situación en esa área, un nivel muy alto de vulnerabilidad.
En la misma línea, tenemos un problema inflacionario extraordinario. La política para combatirla ha sido, desde el Gobierno, maquillar los índices y desvirtuar la credibilidad pública. Es una tontería que ha generado un gran descrédito. Y por último, la crisis institucional. Cuando la Iglesia pide que la protesta no llegue a los cortes de calles y rutas, creo que es lo más sensato. Pero requiere que recuperemos la institucionalidad. Por ejemplo, que los ministros no puedan subir brutalmente los impuestos, como no podían hacerlo un monarca absolutista como Luis XVI. Este último debió convocar a los Estados Generales para poder subir los impuestos al agro. Recordemos que esa convocatoria dio lugar a la Revolución Francesa. Mire donde estamos nosotros hoy: se aumentaron brutalmente los impuestos por medio de una resolución ministerial.
El episodio francés es relevante para verlo desde hoy, porque cuando se produce esa conmoción interna, la Reina María Antonieta, cuando le dicen que el pueblo estaba pidiendo pan y no había, responde: "denle tortas". Fue una respuesta de un gran irrealismo.
Creo que en lo que vivimos desde el 11 de Marzo hubo lo mismo: irrealismo por parte del Gobierno para comprender la gravedad de lo que se estaba gestando. Y en ese sentido, creo que hay que buscar una solución institucional. Es imprescindible volver al 10 de marzo.
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